El actual Tequixtepec

Tequixtepec ofrece al visitante numerosos sitios arqueológicos. Algunos de éstos son de excepcional valor, como ya se ha citado acerca del Cerro de la Caja, que es un conjunto constituido por más de 45 hectáreas de construcción monumental, sobre las alargadas cumbres del alto cerro. Ahí uno puede ver numerosas plazas, algunas pavimentadas, montículos y ruinas de palacios. 

Este lugar debe su nombre a que, entre las numerosas y enormes piedras talladas que formaron parte de las antiguas construcciones, hay una de forma cúbica, como una “caja” de metro y medio por lado, esculpida con gran calidad, y que representa un jaguar con majestuoso tocado, devorando a un personaje. Sobre el Cerro del Zacate Amarillo, lo mismo que en el amplio sitio llamado Palo Flor (éste conjunto tiene unas 110 hectáreas de extensión), uno encuentra varias canchas para el ritual Juego de Pelota. 

Para ofrecer una introducción y una muestra de su cultura milenaria, Tequixtepec cuenta con un Museo Comunitario, nombrado Memorias de Yucundaayee. De forma significativa, este museo fue inaugurado en el Segundo Viernes de Cuaresma en 1997, durante la fiesta de El Señor del Perdón. De ese modo se indicó la continuidad de Tequixtepec como un centro espiritual con más de dos milenios de existencia. 

El museo exhibe valiosas piezas arqueológicas, especialmente piedras talladas. Consta también de una sala etnográfica, con una exposición de fotografías, incluida una ampliación que muestra el estado ruinoso y desolador del pueblo después de la quemazón de 1914. Además, el Museo promueve y ofrece objetos de artesanía local, como son productos de palma y textiles bordados. De manera excepcional y una vez cada año, la arqueología y la religión cristiana se entretejen durante la celebración de San Pedro y San Pablo, cada 28 de junio, sobre el Cerro de Tequixtepec. 

Sobre las dobles ruinas de construcciones prehispánicas mixtecas, y sobre los cimientos del primitivo templo cristiano, se celebra una Santa Misa para conmemorar la extraordinaria herencia cultural que se acuna en San Pedro y San Pablo Tequixtepec y la fundación del pueblo como comunidad cristiana. El rito comienza con la subida tempranera al cerro. No hay camino abierto, de modo que la ascensión misma es una aventura. Hacia las 10 de la mañana, la Misa comienza con una procesión armonizada con música de banda y cantos, rememorando el peregrinar de los antiguos mixtecos para construir sus Centros religiosos. 

Al llegar al altar, el director del Museo Comunitario realiza la ceremonia indígena de agradecimiento y bendición a la madre tierra, incensando los cuatro puntos cardinales y tocando un antiguo caracol, rescatado de una tumba mixteca. Cinco veces escuchamos los mismos sonidos de ese caracol que, hace siglos, nuestros abuelos oyeron en otras celebraciones sagradas. La primera parte de la Misa o liturgia de la palabra, incluye la narración de las historias y tradiciones acerca de la fundación del pueblo de Tequixtepec. Estas narraciones se dirigen especialmente a los niños y a los jóvenes para que ellos conozcan y valoren nuestra historia. El ambiente de toda la celebración es muy emotivo por el marco de ruinas arqueológicas, testimonio de antiguas religiones, aunado a los paisajes espectaculares que ofrece la cima del cerro. La presencia de danzantes , la música de banda y los cantos, acentúan la especial espiritualidad de esta celebración. En el momento de las ofrendas se lleva ante el altar una cazuela del pozole que los mayordomos preparan para todos los concurrentes y, además, cada uno de los participantes ofrece el propio itacate que ha traído: tetelas, tamales, frutas típicas como jiotillas y xoconosles, frijoles con tortillas, etc. Todo se deja ante el altar, significando que el pan de cada día que Dios nos da, lo ofrecemos para beneficio de todos. 

La Misa prosigue con la consagración del pan y del vino y el reparto de la comunión. Después de la comunión, todos celebramos una comida ritual, compartiendo los alimentos que pusimos ante el altar. Para nuestros abuelos indígenas, los alimentos y demás bienes materiales eran valor de uso, esto es, productos para ser compartidos y consumidos. En contraste a esa mentalidad, nuestra cultura occidental nos empuja a acumular, a concentrar los bienes y a no compartirlos. De modo que esta comida ritual dentro de la Misa, donde compartimos los alimentos de todos, es altamente significativa: no sólo participamos del Cuerpo de Cristo, sino también compartimos fraternamente el pan material de cada día. Concluye la celebración con la Danza de los Concheros al ritmo del teponaztle. Antes de bajar del Cerro de Tequixtepec, y a modo de compromiso para seguir con este espíritu de participación, todos cantamos con emoción nuestro himno local, la canción titulada Tequixtepec y la Canción Mixteca. Esta celebración sobre el cerro es realizada el día 28 de junio, para no interferir con la solemne fiesta patronal, en el templo de la parroquia, el día 29.

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